Uno de los argumentos más repetidos contra la minería es que “no genera trabajo”. La frase suele decirse con convicción, como si el asunto estuviera cerrado. Sin embargo, cuando se analizan los datos reales del empleo minero en Argentina, el problema no es la ausencia de trabajo, sino la forma en que se mide y se interpreta. La minería no es una actividad de empleo masivo, y nunca lo fue. Pero de ahí a sostener que no genera trabajo hay un salto que no se sostiene con evidencia. Empleo directo: pocos puestos, alto impacto Según datos de la Secretaría de Minería de la Nación, el empleo directo en el sector minero representa alrededor del 0,6% del empleo privado registrado. Es un porcentaje bajo en términos absolutos y no tiene sentido negarlo. La minería moderna es intensiva en capital, tecnología y procesos complejos, no en grandes dotaciones de personal. Pero ese dato aislado dice poco si no se lo cruza con otros indicadores. El empleo minero se caracteriza por: Altísimos niveles de formalidad laboral, cercanos al 100%. Estabilidad contractual. Cobertura plena de seguridad social. Condiciones de seguridad e higiene exigentes y reguladas. En muchas provincias, el empleo minero aparece entre los más estables del sector privado formal, algo no menor en economías regionales marcadas por la estacionalidad o la informalidad. Salarios: entre los más altos del empleo registrado Otro dato objetivo suele quedar fuera del debate. Los salarios del sector minero se encuentran de manera consistente por encima del promedio del empleo privado registrado. Esto incluye tanto a trabajadores de operación como a técnicos y profesionales. Este nivel salarial tiene un impacto directo en las economías locales: mayor consumo, mayor recaudación indirecta y dinamización de servicios. No es un efecto abstracto, se ve en localidades donde la minería se inserta de manera sostenida. Formación técnica y capital humano La minería demanda perfiles técnicos específicos: operadores calificados, técnicos electromecánicos, laboratoristas, especialistas en seguridad, ambiente y mantenimiento. Esto ha impulsado la creación y fortalecimiento de escuelas técnicas, institutos de formación profesional y convenios con universidades, especialmente en provincias mineras. Este capital humano no queda encapsulado en un solo sector. Muchos trabajadores formados en minería luego se insertan en otras actividades industriales, energéticas o de servicios, elevando el nivel técnico general de la región. Encadenamientos productivos: el trabajo que no se ve El mayor error del debate suele estar acá. Analizar solo el empleo directo es ignorar el efecto real de la actividad. Por cada puesto directo en minería se generan empleos indirectos en transporte, metalmecánica, construcción, servicios ambientales, logística, gastronomía, limpieza industrial y mantenimiento. En provincias como San Juan, Santa Cruz o Catamarca, la red de proveedores mineros se ha convertido en una fuente relevante de empleo local y regional. Muchas pymes nacieron o se consolidaron a partir de la demanda minera y luego diversificaron su actividad. Este empleo indirecto no siempre aparece etiquetado como “minero”, pero existe y sostiene economías completas. La minería no va a resolver el problema del empleo masivo en Argentina, y pretender eso sería deshonesto. Pero afirmar que no genera trabajo es desconocer la realidad de miles de trabajadores, técnicos y proveedores que dependen de la actividad. El debate serio no debería girar en torno a cuántos puestos crea, sino qué tipo de empleo genera, dónde lo hace y cómo se integra a una estrategia productiva más amplia. Tal vez el problema no sea que la minería no genere trabajo, sino que seguimos midiendo el impacto con categorías que ya no explican la economía real. Fuente: UG Noticias Mineras

Menos cantidad, más calidad y un impacto que va más allá del puesto directo

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Minería y empleo: no es masiva, pero sí estratégica

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